En recuerdo de Jaime Martínez González-Río

Jaime Martínez González-Río, hombre sabio, lleva en sus ojos el don de la amistad, la paz y la humildad.

Por sus méritos merece que le llamemos don Jaime; sin embargo, en Oviedo todos le conocemos como Jaime o, rizando el rizo, como Jaime Martínez. No es de extrañar, lleva en sus ojos el don de la amistad, la paz y la humildad. Cuando tanto cacareamos que Oviedo es una ciudad musical por excelencia, no podemos olvidarnos de todo lo que adeudamos a Jaime que, con su legendario buen hacer, trasladó al escenario del Teatro Campoamor lo mejor del género operístico mundial.
Jaime, tal parece tener el don de la ubicuidad, tan pronto charlas con él en una conferencia en el RIDEA, en una de la Sociedad Protectora de la Balesquida, en el Club de Prensa; o le veo en el vestíbulo del teatro recibiendo al público, y cuando llego a mi localidad de anfiteatro ya se encuentra de pie, en un palco, agasajando a alguno de sus invitados. De tarde en tarde nos reunimos alrededor de una copa de vino y es un auténtico placer escucharle.
Pues, Jaime, como hombre sabio que es __tras dejarlo todo atado y bien atado__, da un paso atrás y reclama la colaboración de savia nueva. Me imagino que tras tres lustros dedicados __al igual que la Real Academia de la Lengua_ a dar limpieza y esplendor a la cultura musical ovetense, bien merece un grandísimo homenaje. La Sociedad Protectora de laBalesquida, consciente de ello, así lo propone.

Alberto Carlos Polledo Arias / Oviedo en la solapa

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