La nobleza del verdugo

 

Reinaldo, el verdugo de Oviedo

 

Hubo un tiempo, en el que una ciudad sin verdugo era como un jardín sin flores. Además de realizar un importante trabajo representaba nobleza para la ciudad. Por ello, cuando en los primeros días de 1534 apareció en Oviedo un francés de nombre Reinaldo, ofreciéndose para el cargo, la ciudad vio el cielo abierto. De inmediato le recibieron por tal oficial y le asignaron tres ducados de salario por año. Juró su oficio, más el no irse ni ausentarse bajo pena de más de cien azotes. También le encargaron, para mejor justificar el sueldo, prender todos los cerdos que encontrase en calles, plazas y arrabales, llevando por la primera vez medio real, por la segunda un real y por la tercera haciéndolos suyos. Como era lógico, aceptó a la primera y en Oviedo pudo reanudar su misión la picota.