El cementerio contamina

El cementerio del Salvador presenta problemas. En los años 70 se observó la presencia de agua en algunas tumbas, así como asentamientos y socavones.

Situado en un altozano en la zona sur de la ciudad, el cementerio El Salvador fue proyectado por el arquitecto municipal Patricio Bolumburu en 1881 e inaugurado en 1885. Contó además con la colaboración de otros acreditados arquitectos, como Juan Miguel de la Guardia –autor del pórtico religioso de la entrada– y Javier Aguirre –que diseñó en la zona civil un frontón de inspiración griega apoyado en columnas de estilo dórico–.

A pesar de que Fermín Canella refiere que “la constitución del suelo es bastante favorable” la verdad es que presenta problemas. En los años 70 se observó la presencia de agua en algunas tumbas, así como asentamientos y socavones.

La mayor parte del camposanto se asienta sobre un subsuelo compuesto por arenas y arcillas, que conforman el acuífero subterráneo más importante que existe en Oviedo. En las zonas superficiales (con abundancia de arcillas) se detectan valores bajos de permeabilidad que favorecen el encharcamiento, mientras que las profundas (constituidas por arenas) son más
permeables, lo que facilita la infiltración para alimentar al acuífero.
En el recinto funerario el agua presenta puntuales valores altos de contaminación (sobre todo en demanda biológica de oxígeno y en bacterias coliformes). Este inconveniente se traslada a los manantiales del entorno –utilizados por el vecindario–, con un exceso de materia orgánica.

 

Un Oviedo en la solapa de Manuel Gutiérrez Claverol, directivo de la Sociedad Protectora de La Balesquida.

 

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