El puente de Olloniego. Oviedo en la solapa

El puente de San Pelayo de Olloniego ya es mencionado en documentos del año 1145, cuando Alfonso VII de León donó al monasterio de San Pelayo de Oviedo “la tercera parte del portazgo de Olloniego”.

Sufrió varias reformas (una de ellas en 1575 a cargo de Juan de Cerecedo el Mozo), presentando en la actualidad tres arcos, más apuntado el del centro con clave gótica. Durante siglos constituyó una infraestructura fundamental dentro del Camino Real con Castilla. Para poder pasar mercancías por él, y evitar vadear el río, era necesario pagar unos derechos de peaje ―la décima parte del valor de los productos (el diezmo)― a los nobles y a la Iglesia. El cabildo catedralicio y los monasterios de La Vega y San Pelayo percibían la sexta parte de lo recaudado por el portazguero, que repartían entre sí; de hecho, la cercana torre de los Muñiz (siglo XIV ) tenía un objetivo preferente: vigilar el viaducto y facilitar la labor recaudatoria del impuesto. Transcurrieron los siglos hasta que, el día 29 de septiembre de 1676, aconteció algo singular: una gran riada del Nalón desvió el cauce hacia la izquierda, dejando en terreno seco la construcción arqueada de piedra. Tras quedar en desuso, los viajeros debían de utilizar barcazas para atravesar el Nalón.

Este original hecho geomorfológico representa un excelente testigo de los cambios de la dinámica fluvial y fue considerado en 1985 como un PIG (“punto de interés geológico”), lo que corrobora la importancia científica del evento. En 1991 fue declarado Bien de Interés Cultural. No obstante, el conocimiento sobre este histórico puente medieval aumenta sin cesar. Los arqueólogos acaban de descubrir que esta construcción tiene ocultos más de tres metros bajo tierra, lo que una vez desenterrados supondría aumentar sobremanera la esbeltez de la imagen original.

Una solapa de Manuel Gutiérrez Claverol,
directivo de la Sociedad Protectora de la Balesquida