Celedonio (monaguillo y campanero) y Bismarck (pillo ilustre de Vetusta), son dos personajes menores en La Regenta de Clarín y pasarían desapercibidos de no ser que el segundo es el primer personaje que aparece en la novela, y el primero es el segundo en figurar.
Los dos, expertos en manejar el badajo campanil, vienen de perilla al relato de hoy.
En el ”poema romántico” de nuestra Catedral, tras subir por la escalera de caracol, nos encontramos con la campana en funcionamiento más antigua de España: La Wamba (1219). Aunque no está sola, a su lado destacan las de la Santa Cruz (1539), la más pesada de las cuatro. El Esquilón (1678) y la Santa Bárbara (1818). Cada una, con su toque acústico especial, con su sonoro lenguaje, eran capaces, todos los ovetenses las distinguían, de convocar a Vísperas, Completas y Matines, Misa, Procesiones, Acción de Gracias, difuntos…, y hasta de incendios y tempestades advertían. Hoy, en tiempos de 5G, es una jerga olvidada.
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Una copa de más sí la llevaba. Para ser madrugada del lunes El Antiguo mantuvo el ánimo. Por la Calleja de los Huevos penetró el irresistible aroma a libro, seguir el rastro y alcanzar la puerta de la antigua plaza del pescado fue todo uno; lógico, unas horas antes se había clausurado Libroviedo. De pronto escucho a La Pescadora de serena expresión ¿tendrás un pitillo? Sí, toma, respondió El Vendedor de Pescado; lo que no tengo es fuego, llevo un rato esperando que alguien pase. Pregúntale a La Lechera, siempre tiene una caja de cerillas. No es necesario, yo llevo, les dije. Presto me acerqué a ella que, mientras aspiró una bocanada, con un gracioso mohín me dio las gracias. A él casi le chamusco la nariz por aprovechar la colilla que mantenía entre los labios. Con las mismas, créanme, tomé las de Villadiego, no sin antes regalarles el mechero.