David Serna
De todas las celebraciones que se organizan en Oviedo, el Martes de Campo o Martes de Bollo o La Balesquida –tres denominaciones distintas para una sola fiesta verdadera- es la que siempre me gustó más, pero con diferencia.
Quizá sea por las fechas; en plena primavera primaveral. Quizá sea por su singularidad indiscutible. Quizá sea porque siempre ha sido la más participativa y popular o quizá sea, vaya usted a saber, porque cuando era adolescente marcaba la antesala del verano que iba a llegar y por consiguiente las vacaciones y todo lo que implican.
El Martes de Campo es casi un sentimiento, un termómetro que marca el estado de ánimo y que representa, sobre todo, las ganas de vivir. Si no hubiera un Martes de Campo, habría que inventarlo.